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Notas de Opinión

Reposicionar a la Ciudad, una obligación ante los errores de Cancillería

Independientemente de la imagen que genere el país en el exterior, producto de su diplomacia, sobre la Ciudad de Buenos Aires recae el desafío de aprovechar sus aspectos positivos y profundizar la internacionalización a fin de que siga siendo elegida como un destino turístico, para la formación de estudiantes o atracción de inversiones.

Ya son constantes los traspiés de la Cancillería Argentina que golpean y dañan la imagen del país en el exterior y que, consecuentemente, afectan la proyección internacional de una unidad subnacional como es la Ciudad de Buenos Aires ¿no es momento de iniciar una paradiplomacia más agresiva desde la Secretaría General y Relaciones Internacionales del GCBA? Esto permitiría encarar el desafío de contrarrestar el impacto negativo que está teniendo la política exterior a nivel nacional y el aislamiento diplomático que trae como consecuencia. Los resultados no se verán en el corto plazo. Sin embargo, teniendo en cuenta que, como un fuerte bastión antiperonista, serán más las veces que el Gobierno Nacional sea de una ideología contraria a la imperante en la Ciudad, sería acertado proyectar una política exterior local que esté lista para mermar (al menos en parte) los efectos negativos que pueda tener la nacional en el distrito.

Pese a la connotación negativa que puede tener en quienes desconozcan el tema, el concepto “paradiplomacia” hace referencia a la participación de unidades subancionales (puede ser un gobierno regional) en las Relaciones Internacionales a través del establecimiento de contactos permanentes o ad hoc con entidades extranjeras con el propósito de promover diversos aspectos políticos o socioeconómicos.

El ejercicio de la paradiplomacia por parte de la Ciudad de Buenos Aires no es nuevo. De hecho, podemos decir que existe desde 1994. Año en que, con la reforma constitucional, se crea CABA y se aprueba el artículo 124 que, entre otras cosas, le da la potestad a las provincias de celebrar acuerdos internacionales.

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Es evidente que la proyección internacional de la Ciudad desde una secretaría tendrá menos recursos que la Cancillería. Sin embargo, existe una herramienta que se puede utilizar lejos de la injerencia de la Casa Rosada: la influencia; y allí hay mucha tela para cortar. La Ciudad tiene muchas áreas por las cuales puede acercarse a los principales centros de poder para moldear las percepciones que se tengan y marcar una diferencia sobre la que elaboren respecto del país en conjunto: deporte, cultura, la ciudad más segura de la región y la mejor para vivir según los índices de The Economist, que contemplan indicadores sanitarios, educativos, culturales y de seguridad, entre otros.

Teniendo como limites las variables macroeconómicas y algunas políticas que estarán orquestadas desde el Gobierno Nacional, la ciudad debe aprovechar el margen de acción disponible y sus propios recursos para llevar adelante sus intereses a nivel internacional.

Independientemente de la imagen que genere el país en el exterior, producto de su diplomacia, sobre CABA recae el desafío de aprovechar sus aspectos positivos y profundizar la internacionalización a fin de que siga siendo elegida como un destino turístico, para la formación de estudiantes o atracción de inversiones.

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La propia Ciudad ha comenzado a desarrollar un plan que se encuentra detallado en el documento “Estrategia de Proyección Internacional”, en el que allí mismo se lo menciona como el “manual de Política Exterior” con los objetivos y lineamientos a seguir.

Es evidente que una política efectiva de esta envergadura arrojaría resultados notorios recién en el mediano y largo plazo. No obstante, si la Ciudad logra el posicionamiento y todos los beneficios mencionados puede transformar esos éxitos en influencia para afectar las decisiones de Política Exterior que se tomen a nivel nacional.

La Estrategia de Proyección Internacional establece un objetivo que se condice con lo recientemente mencionado al argumentar: “Con esta política exterior, la Ciudad de Buenos Aires pretende también contribuir al posicionamiento internacional del país como un todo”. Es allí donde puede radicar el poder de la Ciudad: que su posicionamiento traccione el del país y no al revés, como sería de esperarse. De modo que las decisiones que se tomen a nivel nacional no puedan ser adoptadas sin evaluar los efectos que tendrá allí.

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No va ser la única vez que el Gobierno Nacional y la Ciudad no coincidan ideológicamente y que las decisiones en política exterior del primero repercutan negativamente en el segundo. Quedará en el gobierno porteño aprender de los errores y proyectar una política pública, algo que no es costumbre en este país, en la que la paradiplomacia busque proteger los intereses de política exterior de la Ciudad. Mejorar su posicionamiento a nivel global impactará directamente en el desarrollo de la Ciudad y traerá beneficios concretos. Protege su imagen y condiciona al gobierno nacional. Win-win.

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