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Sociedad General

¿Por qué comemos pochoclo en el cine?

La forma en que disfrutamos nuestras películas hoy en día viene desde la crisis del ’30

Ya es costumbre: compramos las entradas, pasamos por el candy store y nos compramos un buen balde de pochoclo. ¿De dónde sale esta costumbre?

Al parecer, este delicioso snack se impuso en las salas de cine en los años 30, durante la Gran Depresión. La Bolsa de Nueva York se había hundido por completo y el panorama era desolador, lo cual no sólo afectaba a la compra y venta de acciones, sino también a los cines.

Aunque la gente todavía visitaba las salas (por aquel entonces, como ahora, era uno de los entretenimientos más baratos), el “beneficio” de la entrada no era suficiente. Entonces, los empresarios tuvieron una gran idea: ¿por qué no vender comida si la gente siempre se la traía de casa?

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Los pochoclos, como sabemos, son muy fáciles de producir, muy baratos, y le dan a los vendedores un beneficio del 90% de su valor. Las salas empezaron a venderlos y a crear todo un modelo económico alrededor de ellas. Compraban el maíz al por mayor, directamente a las industrias que lo refinan. Adquirieron las máquinas más eficaces para prepararlo y, más tarde, incorporan la opción de que el pochoclo sea con manteca en vez de sólo salado, o con manteca de maní. Luego las palomitas dulces, de todos los colores. Los boles aumentaban de tamaño y el precio subió.

En los años 50, la mayoría de los multicines estadounidenses ya vendían palomitas. Cineplex-Odeon, una de las principales redes de salas de cine en Estados Unidos, llegó a comprar una marca de palomitas, Kernels Popcorn.

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