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Desde adentro: La tensa reunión que definió la suspensión de Campagnoli

El minuto a minuto de las siete horas de reunión que terminaron con la suspensión del fiscal Campagnoli

Los siete jurados estaban sentados en torno de la gran mesa de reuniones. La pila de papeles que un asistente acababa de dejarles cambiaba todos los planes. Se miraron en silencio. No había nada que discutir: José María Campagnoli se salvaba. Los que querían suspenderlo tendrían que esperar.

La estrategia de Campagnoli había consistido en usar el recurso que le daba la ley de pedirle a la procuradora que ella misma reconsiderara la decisión de pedir su suspensión. En simultáneo, la recusó por parcial. Reclamó entonces que se apartara y que otro procurador reviera la situación.

Esto le impedía al Tribunal avanzar. Sin más opciones, los siete decidieron posponer el tema. Un piso más abajo, Campagnoli iba y venía por el hall del edificio de la Procuración de Avenida de Mayo. De traje, el primer botón de la camisa abierto, cara de cansado, especulaba en voz casi inaudible con su abogado. No tenía idea de que el golpe había sido certero.

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Pero su éxito fue fugaz. Un llamado telefónico de la procuradora resucitó el proceso. En tiempo récord, ella misma había rechazado todos los planteos. La copia oficial llegaría más tarde, anunció un funcionario del Tribunal, pero estaban en condiciones de avanzar. Ése fue el principio de siete horas de debate, a puertas cerradas, que terminaron anteayer con la firma de la resolución 08/13: la suspensión de Campagnoli.

A las 14.30, cuando empezaron las conversaciones, estaba claro que había dos grupos bien definidos: tres jurados querían correr al fiscal, tal como había pedido Gils Carbó; otros tres, sostenerlo en el cargo hasta el final del juicio político. La séptima, María Cristina Martínez Córdoba, defensora en el fuero civil, era el voto dudoso.

Los que apoyaban a Campagnoli llegaron a la reunión creyendo que los acompañaba. Ella, fiel al más absoluto perfil bajo, colaboró para sostener el misterio hasta el final. Casi no habló en toda la reunión.

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Quien propuso la suspensión de Campagnoli fue Ernesto Kreplak, representante del Poder Ejecutivo y presidente del Tribunal, pero el fiscal Daniel Adler fue el más vehemente defensor de esta posición. El primero en oponerse fue el representante de la Corte, Juan Octavio Gauna, que fue procurador durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Lo acompañaron los abogados Francisco Panero y Adriana Donato.

Ellos sostuvieron que no existía ninguna urgencia que justificara apartar a Campagnoli antes de juzgarlo. Los críticos del fiscal, en cambio, decían que su autoridad quedaba “menoscabada” con las acusaciones y que era necesario suspenderlo. Lo ligaron a Jorge Lanata y a una campaña mediática detrás del caso Báez.

Pero hasta llegar a este debate, los jurados pasaron varias horas quitando del camino planteos de Campagnoli, que no sólo había recusado a la procuradora, sino también a los tres miembros del Tribunal que era claro que votarían contra él.

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Uno por ser funcionario del Gobierno y miembro de La Cámpora (Kreplak); otro, un integrante activo de Justicia Legítima (Adler); el tercero, por ser kirchnerista y haber sido funcionario y “compañero de militancia y prisión política” del ex canciller Jorge Taiana (Rodolfo Ojea Quintana, representante del Senado en el Tribunal).

Martínez Córdoba y los tres que defendían a Campagnoli debieron decidir si separaban o no a los otros tres, lo que también hubiera impedido ayer la suspensión, pero resolvieron que no había fundamentos.

Campagnoli había pedido, además, que lo dejaran entrar a la reunión para defenderse. Lo mismo que un grupo de diputados opositores que acompañaban la vigilia del fiscal, apostados en la vereda de Avenida de Mayo, bajo el sol. Duraron poco. El presidente del cuerpo, Kreplak, les adelantó en la puerta que lo que pedían no estaba previsto. Uno a uno se fueron yendo. A las 16, sólo quedaba Graciela Ocaña acompañando al acusado. Pero a las 16.20 él también decidió irse. Apoyado en la mesa de entradas del edificio escribió con su lapicera una nota en la que sostenía que era “evidente” que no lo querían escuchar.

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Fue demasiado impaciente. La nota llegó a la sala de reuniones antes de que empezaran a tratar su pedido. “Posiblemente le hubiéramos dicho que sí”, dijo uno de los jurados. De todos modos, difícilmente eso lo hubiera salvado.

 

Fuente: Lanacion.com

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