Las pequeñas diosas vivientes de Nepal
En el valle de Katmandú, algunas niñas newar -las llamadas kumaris- son adoradas como deidades omnipotentes

La kumari de Tokha –Dangol, de nueve años– se convirtió en diosa viviente siendo un bebé. Se cree que los ojos de la kumari tienden un puente entre quien la mira y lo divino. En las fiestas religiosas se le pinta la 58 frente de rojo, un signo de energía creativa.
Unika Vajracharya, de seis años, es entronizada en su primer día como la kumari de Patan. Sus pies reposan sobre una bandeja de ofrendas, y una deidad ofídica protege su cabeza.
Aun siendo una diosa, Resuka, la kumari de Kilagal, de dos años de edad, se niega a comer. Según la creencia, si Resuka y la kumari real de Katmandú, que vive cerca, llegan a verse algún día, sus almas abandonarán sus cuerpos.
Dangol, de nueve años, ha de vestir de rojo; la corbata escolar es la única prenda con la que se salta esta convención. En otros aspectos es una escolar más, excepto porque sus maestros y compañeros se dirigen a ella llamándola Dya Maiju: Diosa Infantil.
En la sala de estar de su casa, Unika juega con su hermano menor mientras sus padres ponderan si presentarla a la elección de kumari. La kumari saliente ha sido destituida al alcanzar la menarquia.
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